Chris Clay,
ceramista, Estados Unidos
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Traducido por Margie Díaz Mesén, Costa Rica.
Me gusta trabajar con arcilla. Mi deseo de trabajar ese material nació desde que en 1986 asistí a una sesión de baño de vapor en una cabaña como la de los indígenas estadounidenses, ubicada en Nuevo México, y administrada por Felipe Ortiz. En la cabaña me senté cerca de un recipiente de agua, un bello objeto con una perfecta abertura circular. Su forma redondeada reflejaba un brillo dorado y luminoso. Cuanto más me acercaba al recipiente más me sentía cautivada por su belleza. Al terminar la sesión de baño de vapor, me enteré de que Felipe había construido ese sitio y que impartía clases de cerámica en el Museum of Indian Arts [Museo de arte indígena] de Santa Fe, a las cuales me invitó a participar.
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Chris Clay (izq.) y Suzette Nyokka.
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Splendor and Beauty [Esplendor y belleza], cerámica de Chris Clay, labor de cestería de Suzette Nyokka.
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Allí aprendí a enrollar la arcilla y a modelar las piezas, a lijar y a pulir las vasijas hechas de barro con colores tornasolados y que contiene mica (lo que da a la arcilla propiedades conductoras de calor convirtiéndola en un material muy útil para cocinar). Para mi satisfacción descubrí que mientras trabajaba con estas vasijas, su forma, textura y diseño surgían de la certeza intuitiva de mis manos. Aprendí a seguir las instrucciones de Felipe al pie de la letra, así como a dar las gracias y a orar ante el fuego, elemento que es la prueba final y que determina la fortaleza e integridad de las piezas.
En 1989 me trasladé a California y junto con mi amiga Suzette Nyokka constituí una sociedad de negocios muy próspera. A Suzette, quien se dedicaba a labores de cestería, se le ocurrió la idea de combinar la cerámica con este tipo de labores y así crear objetos de arte para vender. Empecé a usar la técnica rakú, pues el lijado y pulido de las vasijas consumía mucho de mi tiempo.
Rakú es una técnica a fuego lento mediante la cual se coloca en el horno una vasija barnizada y se calienta de manera muy rápida (durante 45 minutos) hasta que el barniz quede fundido y brillante. Luego se retira con una tenaza de brazos largos, y se coloca dentro de un hueco hecho en la tierra que contiene combustibles orgánicos.
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Entonces se tapa para que alcance un ahumado intenso dentro de una atmósfera reducida (donde hay poco oxígeno) y se deja unos 20 ó 30 minutos. La hora de la verdad se presenta cuando se abre el hueco y se descubre la pieza, pues ésta muestra grietas muy interesantes, brillos metálicos iridiscentes, áreas de un profundo y rico color negro, y otros efectos producto del humo, que son una maravilla contemplar. Esto es lo que puede suceder, aunque además podría estallar, o no producirse grietas, o convertirse en una cosa inútil de un color gris opaco. Tal es la belleza y la temible frustración que encierra la elaboración de piezas creadas con esta técnica.
Al principio, Suzette y yo nos sentábamos y esbozábamos un diseño juntas. Algunas veces le mostraba vasijas producto de mis experimentos. Me gustaban estas primeras piezas que hacíamos en conjunto, tan inocentes y creadas con toda libertad. No eran excelentes en el sentido técnico, pero inspiraban un sentimiento espiritual.
En 1989 me trasladé a California y junto con mi amiga Suzette Nyokka constituí una sociedad de negocios muy próspera. A Suzette, quien se dedicaba a labores de cestería, se le ocurrió la idea de combinar la cerámica con este tipo de labores y así crear objetos de arte para vender. Empecé a usar la técnica rakú, pues el lijado y pulido de las vasijas consumía mucho de mi tiempo.
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Uno de los tazones de barro por el que tenía mucho apego y que lucía algo asimétrico, llegó a ser un artículo muy popular al que llamamos The Aurora [La aurora]. Le había cortado el borde superior en forma ondulada para que no se notara su irregularidad; también le había hecho orificios para la colocación posterior de las piezas de cestería; y lo había puesto a calentar. La primera pieza con patas que confeccionamos apareció en Baltimore, en la portada del folleto de la feria para ventas a precio de mayoristas, de la American Craft Association [Asociación estadounidense de artesanía]. |
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Dada la naturaleza cambiante del producto final obtenido por medio la técnica rakú, es difícil duplicar las vasijas. En una ocasión hubo una serie de pedidos de esa pieza y tuve que cancelarlos por la imposibilidad de repetir la inusual separación de los colorantes y el barniz que se habían producido. Aunque lo intenté muchas veces, no fue posible reproducirla. A medida que me he inclinado más hacia la producción, he abandonado la experimentación de formas libres para concentrarme en el planeamiento cuidadoso.
La naturaleza y su exquisita perfección han sido mi inspiración. Me siento muy satisfecha y delicadamente vivificada por la maravillosa combinación de los colores del océano, de las nubes y el aire enrarecido de las montañas, de los diminutos líquenes y su natural organización, y así, trato de reflejar las bellezas naturales de la vida en los barnices y formas que creo. La arcilla y el fuego son mi inspiración, y a menudo me revelan sus secretos. Cuando trabajo siento que la arcilla me enseña su lenguaje. Mis mayores triunfos provienen de la atención cuidadosa a ese lenguaje; además, he aprendido gracias al trabajo de otros artistas.
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The Cell of Akka [La Celda de Akka], cerámica de Chris Clay, labor de cestería de Suzette Nyokka.
| Aunque el negocio del arte es todo un desafío pues implica crear los prototipos para la venta, obtener y completar los pedidos, y mantener la regularidad y calidad, Suzette y yo juntas hemos podido crear piezas de arte con un significado mayor del que hubiéramos logrado por separado. Este trabajo en cooperación ha sufrido sus tropiezos: factores de tiempo, la distancia que nos separa (vivimos a cuatro horas de distancia una de la otra), el uso individual de un diseño que hemos realizado juntas y los cambiantes intereses artísticos. ¡Así que la parte verdaderamente exitosa de nuestro negocio es el haber podido continuar siendo muy buenas amigas!
Algunas veces trabajo con talleres para jóvenes bahá'ís, aunque su entusiasmo en los proyectos no es constante. Convoqué a una reunión en la que los asistentes, quienes tenían entre 3 y 96 años, confeccionaron bases de arcilla para candelas. Colocamos las candelas en las bases que aún no se habían secado y las encendimos en honor a la luz de Dios que mora en nuestra vida y nuestros corazones. |
Creo que el proceso de crear es importante para mí, pues mi espíritu anhela expresarse y sentir cómo la presencia del Inescrutable guía mis manos y mis ideas. Cuando una puerta de mi vida se ha cerrado, el proceso de creación ha abierto otras, lo cual me ha ayudado a renovar constantemente mi esperanza y amor por la vida. Cada vez que la tragedia me ha abatido, ese mismo proceso de creación ha contribuido a aceptar esa situación.
No me considero una artista en el sentido tradicional del término y nunca le digo a nadie que lo soy. Me esfuerzo por dar a conocer a los demás la importancia de disfrutar de la expresión artística (y musical) con distintos grados de destreza, de manera que puedan expandir sus percepciones, disfrutar la vida y contemplar nuevos horizontes. Tal es una de las razones por las que el arte es tan importante en la Fe Bahá'í. En todo caso, no he conocido todavía a nadie que no disfrute del proceso de crear, una vez que haya logrado deshacerse de sus inhibiciones, particularmente si trabaja con arcilla.
Pasajes de Arts Dialogue, marzo 1999, páginas 7 y 8.
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Comuníquese con Chris Clay a la siguiente dirección: iet(at)sonic.net
242 Pitt Ave, Sebastopol, Calilfornia 95472 Estados Unidos
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