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El Desarrollo Sostenible y el Espíritu Humanoby Bahá'í International Community1992-06original written in English.
Por encima de cuestiones técnicas y políticas como los límites que han de fijarse a los gases que producen el efecto invernadero, la forma de promover un desarrollo sostenible y quién ha de pagar por ello, la cuestión fundamental que enfrenta la comunidad mundial es ésta: ¿Puede la humanidad, con sus arraigadas esquemas de conflicto, intereses egoístas y falta de previsión, comprometerse a una cooperación bien orientada y una planificación de largo alcance a escala global? Las decisiones de la Cumbre para la Tierra destacaron tanto la complejidad como la interdependencia de los problemas que enfrenta la humanidad. Ninguno de estos problemas - las debilitantes desigualdades en el desarrollo, las amenazas apocalípticas del calentamiento de la atmósfera y la reducción de la capa de ozono, la opresión de las mujeres, el abandono de niños y pueblos marginados, por nombrar algunos - puede ser abordado en forma realista sin considerar todos los demás. Ninguno puede ser abordado plenamente sin una medida de cooperación y coordinación en todos los niveles que supere con creces todo cuanto haya experimentado colectivamente la humanidad. Sin embargo, la posibilidad de tal cooperación es arruinada por la degradación generalizada del carácter humano. Aunque no son comúnmente debatidos en relación con los desafíos del medio ambiente y el desarrollo, hay actualmente en el mundo ciertas tendencias - entre las que se cuentan la muy difundida falta de disciplina moral, la glorificación de la avaricia y la acumulación de riquezas, el creciente colapso de la familia y la comunidad, el aumento de la delincuencia y el desorden, el dominio del racismo y la intolerancia y la prioridad que se da a los intereses nacionales por encima del bienestar de la humanidad - todas las cuales destruyen la confianza y la credibilidad, que constituyen la base de la colaboración. La inversión de estas tendencias destructivas es esencial para el establecimiento de la unidad y la cooperación. Esta inversión requerirá una profunda comprensión de la naturaleza humana. Pues, si bien la economía, la política, la sociología y la ciencia ofrecen importantes herramientas para abordar las crisis interdependientes que enfrenta la humanidad, una verdadera resolución del peligroso estado de las cosas en el mundo sólo podrá lograrse cuando sea tomada en consideración la dimensión espiritual de la naturaleza humana y el corazón humano sea transformado. Aunque hay aspectos místicos que no son fácilmente explicables, la dimensión espiritual de la naturaleza humana puede ser comprendida, en términos prácticos, como la fuente de cualidades que transcienden el estrecho interés personal. Tales cualidades incluyen el amor, la compasión, la tolerancia, la confiabilidad, la valentía, la humildad, la cooperación y la disposición al sacrificio en aras del bien común: cualidades propias de una ciudadanía esclarecida, capaz de construir una civilización del mundo unificado. Los cambios profundos y de largo alcance, la unidad y cooperación sin precedente, requeridos para reorientar el mundo hacia un futuro justo y sostenible respecto del medio ambiente, sólo serán posibles tocando el espíritu humano, apelando a los valores universales que son los únicos que pueden hacer que las personas y los pueblos actúen en concordancia con los intereses de largo plazo del planeta y de la humanidad como un todo. Una vez que sea utilizada, esta poderosa y dinámica fuente de motivación individual y colectiva liberará un espíritu tan profundo y benéfico entre los pueblos de la tierra, que no habrá poder que resista su fuerza unificadora. La verdad espiritual fundamental de nuestra época es la unicidad de la humanidad. La aceptación universal de este principio - con sus efectos en la justicia económica y social, la participación universal en la toma de decisiones sin antagonismo, la paz y seguridad colectiva, la igualdad de los sexos y la educación universal - hará posible la reorganización y administración del mundo como un solo país, el hogar del género humano. Más que cien años atrás, Bahá'u'lláh desafió a los gobernantes y pueblos de la tierra a hacer que su visión abarcara el mundo: "No debe enorgullecerse quien ama su propio país, sino más bien quien ama el mundo entero."La respuesta a este desafío está pendiente.
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