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Hacia un modelo de desarrollo para el siglo XXIby Bahá'í International Community1994original written in English.
La Cumbre Mundial para el Desarrollo Social es en sí misma prueba palpable del fracaso del actual modelo de desarrollo en cuanto garante de la seguridad y bienestar de los pueblos y naciones tanto del Norte como del Sur. La esencia de este modelo fallido se asienta en una arraigada visión materialista del propósito y naturaleza fundamentales de la persona y de la sociedad. Satisfacer las necesidades materiales, asegurar la educación universal, crear las instituciones democráticas y los códigos de leyes en todos los niveles de nuestra sociedad mundial en aras del progreso económico y de la justicia social; todos éstos son elementos esenciales de un modelo de desarrollo universal digno del siglo XXI. Pero no son suficientes. Hasta que las necesidades tanto materiales como espirituales y las apiraciones de las personas no reciban su debido reconocimiento, los esfuerzos por el desarrollo continuarán viéndose frustrados en su mayor parte. La felicidad, la seguridad y bienestar, la cohesión social y la justicia económica no son meros subproductos de los logros materiales. Antes bien, éstos surgen de la interacción entre las satisfacción de las necesidades materiales y sociales y la realización espiritual de la persona. Al vincular el progreso material a las aspiraciones espirituales fundamentales, y al apelar a los valores universales que permiten a las personas trascender sus intereses más inmediatos, los pueblos de la tierra se verán facultados para traducir los ideales y principios más elevados en actividades constructivas y constantes para su propio bienestar y el de sus comunidades. Así pues, un modelo que aspire a procurar la prosperidad universal debe tener en cuenta la naturaleza espiritual y material de la persona y de la sociedad, y al mismo tiempo atender a la interdependencia creciente de los pueblos y naciones del planeta. Los Escritos Bahá'ís prevén el surgimiento de un nuevo modelo de desarrollo en que las regiones del mundo se "unan para compartir aquello de lo que las demás carezcan. Esta unión -se nos asegura- traerá consigo la verdadera civilización, aquella en que lo espiritual se expresa y realiza en lo material". La Comunidad Internacional Bahá'í cree que la Declaración y el Programa de Acción pueden contribuir significativamente a un desarrollo social genuino, como demanda el sigo XXI, a condición de que tanto las necesidades espirituales como materiales y las aspiraciones de los pueblos del mundo reciban cumplido tratamiento. Hoy en día, a las puertas del nuevo milenio, la marcha hacia la unidad mundial se ha convertido en una de los rasgos dominantes de la vida social. Está surgiendo de manera evidente una conciencia mundial. Crece el número de personas convencidas de que la construcción de un planeta pacífico y justo no sólo es posible, sino que, en verdad, resulta esencial para la supervivencia misma de la humanidad. Simultáneamente, coexisten sectores significativos de la comunidad mundial -entre ellos muchos teóricos sociales, economistas líderes religiosos y seculares, que adoptan el punto de vista según el cual los hombres son seres incorregiblemente egoístas y agresivos, y por tanto incapaces de erigir un orden social pacífico, progresivo y mundial en sus alcances. Tan cínico punto de vista sobre la naturaleza humana, con su corolario de actitudes y comportamientos, ha contribuido enormemente a los males que azotan a la sociedad actual: la pobreza, el desempleo, la lucha social, el consumismo, el nacionalismo chauvinista, la guerra, y la apatía moral y espiritual. Si la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social ha de "sentar las bases del trabajo de las Naciones Unidas en la esfera del desarrollo social de las generaciones venideras", tal y como el Secretario General de las Naciones Unidas ha sugerido, habrá de examinar las dos cosmovisiones mencionadas, y reconocer en consecuencia que mientras que la primera de ellas proporciona inspiración e impulso a un progreso social sin precedentes, la segunda sólo alienta la sospecha y la división. Debe lograrse que una manera de pensar y un espíritu integrador nuevos arrojen luz sobre los puntos centrales de la Cumbre. No debe permitirse que el proceso de la Cumbre se desvíe con llamadas a estrechos intereses materiales y nacionales, no importa de qué lado vengan ni en qué terminos se expresen. En este punto hará falta practicar una vigilancia constante. Para superar el partciularismo y la mentalidad provinciana se necesitará contar con iniciativas audaces y gran valor por parte del Comité Preparatorio. La responsabilidad por fomentar el bienestar de todos los miembros de una sociedad particular -principio elemental del bienestar social moderno- debe ampliarse hasta abarcar a todos los pueblos de la tierra. Sólo al aceptar el principio de la unidad de la humanidad puede el Comité Preparatorio garantizar que las deliberaciones del proceso preparatorio se centren en el bienestar de la familia humana entera, ampliando el concepto de bienestar social, que de esta manera superaría las fronteras nacionales para aplicarse a la totalidad del mundo.Por lo tanto, urgimos a que el Comité Preparatorio convierta el principio de unidad de la humanidad en el "tema central y vertebrador de la Cumbre", y a que explore sus consecuencias para los pueblos y naciones de la tierra, y a que lo transforme en programas realizables y compromisos prácticos. La unidad de la humanidad, y su corolario, la unidad en la diversidad, son de aplicación tanto para las personas como para las naciones. Constituye un criterio práctico, y a decir verdad esencial, para el reordenamiento de la vida a escala planetaria. La unidad de la humanidad es tanto una declaración de principio como meta última de la existencia humana. Implica, pues, mucho más que una predisposición a cooperar; trasluce la añoranza que sienten las personas por un mundo impregnado de tal espíritu de comunidad, compañerismo y compasión, que torna intolerables y en su día impensables la miseria, la degradación, la violencia y la opresión. En un mundo así la paz, la justicia social y económica, la prosperidad y la libertad, estarán a la orden del día. La aceptación creciente de la unidad de la humanidad es la fuerza más poderosa que impulsa al mundo hacia la unidad. En un mundo cuya interdependencia se intensifica día a día, ya no es posible que un pueblo o una nación logren la prosperidad a expensas de la de otros pueblos y naciones. Por tanto, el avance en los temas centrales de la Cumbre -logro de una integración social duradera, paliación de las causas básicas de la pobreza, y la expansión del empleo productivo y constante- sólo puede conseguirse mediante estrategias y actuaciones que fomenten la unidad interna y externa de las naciones de la tierra. Un compromiso firme con el principio de unidad de la humanidad servirá en gran medida para que el Comité Preparatorio elabore una "estrategia global y un plan de acción"eficaces que brinden respuesta a estos temas centrales. Indudablemente, la educación y los programas de formación contarán con una presencia significativa en esta estrategia global y plan de acción. Dichos programas deben promover el principio de la unidad de la humanidad y hacer comprender lo inexorable, por más que turbulento, del avance de la civilización hacia una integraciación global. Sólo en la medida en que los pueblos del planeta hagan suyo este principio, discerniendo en los grandes cambios que afectan a la sociedad los signos de integración, podrán desarrollar su confianza en el futuro, mostrarse dispuestos a sacrificarse por el bien común, y verse facultados para desempeñar un papel activo y constructivo a nivel local, nacional y, finalmente, mundial. La capacidad de pensar globalmente se está convirtiendo en un requisito del desarrollo económico y social de toda nación y pueblo. Pues es en tal reconocimiento en donde arraiga el conocimiento, las actitudes y las destrezas necesatias para operar eficazmente en un mundo que avanza velozmente hacia su integración. Por consiguiente, la Comunidad Internacional Bahá'í insta a que el Comité Preparatorio rechace las justificaciones de intereses nacionales y materiales de miras cortas, y a que adopte la unidad de la humanidad como piedra de toque moral para la estrategia global y plan de acción para el desarrollo social. La aceptación de tal principio integrador ha de facilitar el descubrimiento y puesta en marcha de soluciones duraderas a los abrumadores problemas sociales que tiene ante sí la Cumbre. Pues únicamente a medida que los pueblos del mundo empiecen a mirar el planeta como un solo hogar y a sus habitantes como un solo pueblo, empezarán a tomar forma la visión, la entereza moral y el compromiso necesarios para enfrentarse a los complejos retos del desarrollo social. Entonces, y sólo entonces, podrá la humanidad eregir un orden social cuyas fronteras sean los confines mismos del planeta. Diriegiéndose a esta época, escribió Bahá'u'lláh escribió: "No te gloríes de que amas tu país, sino de que amas a toda la humanidad".
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