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Selección de los Escritos del Báb:
Compilado por el Departamento de Investigación de la Casa Universal de Justicia

by The Báb

translated by Habib Taherzadeh and Malihe Forghani
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Chapter 4



4. EXTRACTOS DEL DALÁ'IL-I-SAB'IH (Las Siete Pruebas)

Has inquirido acerca de los fundamentos de la religión y sus mandamientos: ten por cierto que lo primero y más importante de la religión es el conocimiento de Dios. Esto alcanza su consumación en el reconocimiento de su unidad divina, que a su vez culmina con la aclamación de que su santo y exaltado Santuario, el Trono de su majestad trascendente, está libre de todo atributo. Ten por seguro que, en este mundo del ser, el conocimiento de Dios no puede jamás alcanzarse salvo a través del conocimiento de Aquel que es la Fuente de la Realidad Divina.
¡Dios bendito! En los dominios del Islam existen actualmente siete poderosos soberanos que rigen el mundo. Ninguno de ellos ha sido informado acerca de su Manifestación (la del Báb), y si han sido informados ninguno ha creído en El. ¿Quién sabe? Es posible que dejen este mundo de aquí abajo llenos de deseo y sin haber comprendido que aquello que habían estado esperando había acontecido. Esto es lo que les ocurrió a los monarcas que estaban firme mente asidos al Evangelio. Esperaban la venida del Profeta de Dios (Mahoma) y cuando apareció, no le reconocieron. ¡Fijaos cuán enormes son las sumas que estos soberanos gastan sin pensar siquiera por un instante en designar un oficial encargado de presentarles, en sus propios reinos, a la Manifestación de Dios! De este modo habrían cumplido el propósito para el cual fueron creados. Todos sus deseos han estado, y siguen estando todavía, centrados en dejar tras ellos huellas de sus nombres.
Considera, igualmente la Dispensación del Apóstol de Dios, que duró 1270 años 68 hasta el alba de la manifestación del Bayán. El instruyó a todos a esperar el advenimiento del Prometido Qá'im. Todos los hechos que en la Dispensación islámica empezaron con Mahoma debían tener su consumación con la aparición del Qá'im. Dios ha hecho que se manifieste investido con la prueba con la que el Apóstol de Dios estaba investido, para que ninguno de los creyentes del Corán pudiera abrigar dudas acerca de la validez de su Causa, pues está establecido en el Corán que nadie excepto Dios es capaz de revelar versos. Durante el período de 1270 años, ninguno de entre los seguidores del Corán evidenció a persona alguna que apareciera con pruebas concluyentes. Ahora, el Señor Eterno ha hecho manifiesto y ha investido con el testimonio supremo a este largamente esperado Prometido, nacido en un lugar que nadie podía imaginar y de una persona cuyo conocimiento se consideraba despreciable. Su edad no es más que de veinticinco años y, sin embargo, su gloria es tal que no puede ser igualada por ninguno de los sabios del Islam; pues la gloria del hombre depende de su conocimiento. Contemplad a los sabios que se honran en virtud de su capacidad para entender las Sagradas Escrituras y a quienes Dios ha exaltado a tal grado que, refiriéndose a ellos, dice: "Nadie conoce el significado de ello excepto Dios y aquellos que poseen conocimiento"69. Cuán extraño, pues, que este huérfano de 25 años fuera elegido para revelar sus versos de manera tan sorprendente. Si los sacerdotes musulmanes tienen razones para enorgullecerse de entender el significado de las Sagradas Escrituras, su gloria está en revelar las Escrituras, para que ninguno de ellos pueda dudar en creer en sus Palabras. Tan grande es la fuerza y el poder celestial que Dios Le ha conferido que, si fuera su deseo y no hubiera interrupción, El podría revelar el equivalente al Corán, que fue revelado en un período de 23 años, en el espacio de cinco días y cinco noches. Medita y reflexiona. ¿Ha habido alguien como El que haya aparecido anteriormente o es esta característica propia de El únicamente?
Considera los múltiples favores conferidos por el Prometido y las efusiones de su merced que han impregnado el concurso de los seguidores del Islam hasta el punto de permitirles alcanzar la salvación. Observa, en realidad, cómo Aquel que representa el origen de la creación, quien es el Exponente del verso: "Yo, en verdad, soy Dios", se identificó a Sí mismo como La Puerta (Báb) para el advenimiento del prometido Qá'im, un descendiente de Mahoma, y en su primer Libro prescribió la obediencia a las leyes del Corán, para que la gente no fuera presa de la turbación producida por un nuevo Libro y una nueva Revelación y pudiera considerar esta Fe similar a la suya propia y quizás así no se apartaran de la Verdad, ignorando aquello para lo que habían sido creados.

Deja que te presente algunos argumentos racionales. Si alguien deseara abrazar la Fe del Islam hoy, ¿sería conclusivo para él el testimonio de Dios? Si tu respuesta es que no lo sería, ¿cómo es, pues, que Dios le castigará después de su muerte y cómo, mientras vive, se le considera un "no creyente"? Si afirmas que el testimonio es conclusivo, ¿cómo lo probarías? Si tu aseveración está basada en la tradición, las palabras por sí solas no constituyen un testimonio valedero; si, por el contrario, consideraras el Corán como testimonio, esa sería una evidente prueba de peso.
Piensa ahora en la Revelación del Bayán. Si los seguidores del Corán se hubieran puesto a sí mismos pruebas similares a las que presentan a los no creyentes en el Islam, ni una sola alma habría permanecido privada de la Verdad y, en el Día de la Resurrección, todos habrían logrado salvarse.
Si un cristiano replicara: "¿Cómo puedo considerar el Corán como testimonio si no logro entenderlo?", esa réplica no sería aceptable. Del mismo modo, el pueblo del Corán dice con desdén: "No podemos comprender la elocuencia de los versos del Bayán; ¿cómo podemos, pues, considerarlos como testimonio?". A quienquiera pronuncie estas palabras decidle: "¡Oh, inculto! ¿Por qué prueba has abrazado la religión del Islam? ¿Es acaso por el Profeta, a quien tus ojos jamás han visto? ¿Acaso por los milagros que nunca has presenciado? Si has aceptado el Corán inconscientemente, ¿por qué lo has hecho? Y, si has abrazado la Fe mediante el reconocimiento del Corán como testimonio, porque has oído al sabio y al creyente expresar su impotencia ante El, o si al oír los versos divinos y por virtud de tu espontáneo amor hacia la Verdadera Palabra de Dios, has respondido en un espíritu de máxima humildad y modestia -espíritu que es una de las señales más poderosas de verdadero amor y entendimiento-, entonces tales pruebas han sido y serán siempre consideradas válidas".

El reconocimiento de Aquel que es el Portador de la Verdad divina no es sino el reconocimiento de Dios y el amor hacia El es nada menos que el amor hacia Dios. Sin embargo, juro por la exaltada Esencia de Dios -alabado y glorificado sea El- que no quise que mi identidad fuera conocida por los hombres y di instrucciones para que se ocultara mi nombre, pues era plenamente consciente de la incapacidad de esta gente, que no son sino aquellos que, con referencia a una persona que era nada menos que el Apóstol de Dios -incomparable como siempre ha sido El-, afirmaron: "Ciertamente, es un lunático" 70. Si ahora pretenden ser otros, sus hechos atestiguan la falsedad de sus afirmaciones. Lo que Dios testifica no es sino lo que testifica su Supremo Testimonio. Si todas las gentes del mundo afirmaran una cosa y El afirmara otra, su testimonio sería considerado el testimonio de Dios, mientras que todo lo demás, excepto El mismo, equivaldría siempre a la nada; pues es a través de su poder que cada cosa asume su existencia.
Considera el grado de adhesión de esas personas a los asuntos de la fe. Cuando tratan de sus propios asuntos, se contentan con el testimonio de sólo dos testigos; y aún a pesar del testimonio de tantos hombres justos dudan en creer en Aquel que es el Portador de la Verdad divina.

Las pruebas que la gente exigía del Apóstol de Dios, basadas en sus ociosas imaginaciones, han sido en su mayoría rechazadas en el Corán, de la misma forma en que se ha revelado en el Sura de los Hijos de Israel (Sura XVII): "Y ellos dicen: en modo alguno creeremos en ti mientras no hagas surgir de la tierra una fuente para nosotros; o mientras no tengas un jardín de palmeras y cepas y hagas que broten ríos en abundancia entre ellas; o no hagas que el cielo caiga a trozos sobre nosotros, tal como has declarado; o no traigas a Dios y a los ángeles para que respondan por ti; o no tengas una casa de oro; o no asciendas al cielo; y no creeremos en tu ascensión mientras que no nos mandes un libro que nosotros podamos leer. Di, alabado sea mi Señor. ¿Soy acaso algo más que un hombre, un apóstol?"
¡Sé justo, pues! Los árabes pronunciaron esas palabras y ahora, animado por tu deseo ¿pides todavía más cosas? ¿Qué diferencia hay entre tú y ellos? Si meditas un instante, será evidente que es propio del siervo humilde aceptar gustosamente cualquier prueba que Dios haya señalado y no seguir su propia imaginación fantasiosa. Si tuvieran que satisfacer se los deseos de la gente, no quedaría sobre la tierra un solo infiel. Pues una vez que el Apóstol de Dios hubiera cumplido los deseos de la gente, ésta habría abrazado su Fe sin duda alguna. Que Dios te salve, si buscas alguna evidencia de acuerdo con tu deseo egoísta; te incumbe, más bien, apoyar la prueba infalible que Dios ha destinado. El objeto de tu creencia en Dios no es más que para asegurar su complacencia. ¿Cómo, pues, buscas como prueba de tu fe algo que ha sido y es contrario a su voluntad?

Líbrate de toda atadura a otra que no sea Dios, enriquécete en El abandonándolo todo salvo a El y recita esta oración:
"Di: Dios satisface todas las cosas por encima de todas las cosas y nada de lo que hay en los cielos o en la tierra o en cualquier cosa que exista entre ambos, salvo Dios, tu Señor, es en sí mismo suficiente. En verdad, El es en Sí mismo el Conocedor, el Sostenedor, el Omnipotente".
No consideres el poder omnisuficiente de Dios una vana fantasía. Es esa fe genuina que abrigas por la Manifestación de Dios en cada Dispensación. Es esa fe la que satisface por encima de todas las cosas que existen en la tierra, mientras que nada de lo crea do sobre la tierra excepto la fe te satisfaría. Si no eres creyente, el Árbol de la Verdad divina te condenará a la extinción. Si eres creyente, tu fe te bastará, por encima de todo lo que existe en la tierra, aunque no poseas nada.

Se cuenta en una tradición que, de todo el concurso de los cristianos, no más de setenta personas abrazaron la Fe del Apóstol de Dios. La culpa es de sus sacerdotes, pues si ellos hubieran creído, la masa de sus compatriotas les habría seguido. ¡Mira, pues, lo que ha ocurrido! Los hombres sabios son considerados sabios por salvaguardar las enseñanzas de Cristo y, sin embargo, ¡mira cómo han sido ellos mismos la causa de que los hombres no aceptaran la Fe y alcanzaran la salvación! ¿Es todavía tu deseo seguir sus mismos pasos? Los seguidores de Jesús se sometieron a sus sacerdotes al objeto de ser salvados en el Día de la Resurrección, y como resultado de esta obediencia cayeron finalmente en el fuego, y el Día en que apareció el Apóstol de Dios se negaron a reconocer su exaltada Persona. ¿Quieres tú seguir a estos sacerdotes?
No, por Dios; no seas un sacerdote sin discernimiento ni un seguidor sin discernimiento, pues los dos perecerán en el Día de la Resurrección. Te conviene, más bien, ser un sacerdote con juicio y caminar con entendimiento por el sendero de Dios, obedeciendo a un verdadero maestro religioso.
Tú ves en todas las naciones un sinnúmero de 1íderes espirituales faltos de verdadero entendimiento y entre todas las gentes encuentras miles de seguidores carentes de esa misma facultad. Medita durante un instante con sinceridad, ten piedad de ti mismo y no desvíes tu atención de pruebas y evidencias. Por otra parte, no busques pruebas y evidencias siguiendo tu propia imaginación; antes bien, funda tus pruebas sobre lo que Dios ha destinado. Además, ten por cierto que el ser un hombre sabio o un seguidor no son en sí mismos motivos de gloria. Únicamente cuando se acomodan a la voluntad de Dios, tu conocimiento -si eres persona de sabiduría- o tu obediencia al clero -si eres un seguidor- se convierten en honor. Y ten cuidado no vayas a considerar la complacencia de Dios una ociosa fantasía; equivale a la complacencia de su Mensajero. Piensa en los seguidores de Jesús. Estaban ansiosamente buscando la complacencia de su Apóstol, que es idéntica a la complacencia de Dios, excepto aquellos que abrazaron su Fe.

Hemos leído con atención tu carta. Si la verdad de esta Revelación tuviera que ser totalmente demostrada mediante pruebas elaboradas, todos los rollos de pergamino que existen en el cielo y en la tierra serían pocos para contenerlas.
Sin embargo, la esencia del tema es que no puede haber duda de que desde toda eternidad Dios ha estado investido con la soberanía independiente de su exaltado Ser y hasta toda eternidad permanecerá inaccesible en la majestad trascendente de su sagrada Esencia. Ninguna criatura Le ha reconocido jamás como su reconocimiento merece, ni ser creado alguno Le ha alabado como es propio de su alabanza. El está por encima de todo nombre y libre de cualquier comparación. Mediante El son conocidas todas las cosas, mientras que su realidad es demasiado elevada para ser conocida mediante cualquiera salvo El. El proceso de su creación no ha tenido principio ni puede tener fin, pues de otra manera tendría que cesar su gracia celestial. Dios ha hecho levantarse a Profetas y ha revelado Libros, tan numerosos como criaturas hay en el mundo, y continuará haciéndolo eternamente.
Si estás navegando en el mar de los Nombres de Dios, reflejados en todas las cosas, ten por cierto que su santidad y exaltación están por encima del conocimiento de sus criaturas o de la descripción de sus siervos.
Todo lo que ves ha sido traído a la existencia mediante la acción de su Voluntad. ¿Cómo pueden, pues, esas cosas creadas ser señales de su unidad esencial? La misma existencia de Dios atestigua su propia unicidad, mientras que toda cosa, creada, por su naturaleza misma, evidencia que ha sido modelada por Dios. Esta es la prueba de sabiduría consumada a juicio de quienes navegan en el océano de la Verdad divina.
Sin embargo, si estás surcando los mares de la creación, ten por cierto que el Primer Recuerdo, que es la Voluntad Primera de Dios, puede compararse al sol. Dios Le ha creado mediante la potencia de su poder y desde el principio que no tiene principio ha hecho que se manifieste en cada Dispensación mediante el poder compelente de su voluntad, y hasta el fin que no conoce fin continuará manifestándole, de acuerdo con la voluntad de Su Propósito invencible.
Y sabe, ciertamente, que El se asemeja al sol. Aunque los amaneceres del sol continuaran hasta el fin que no tiene fin, sin embargo no ha habido ni habrá más que un sol. Y aunque sus ocasos se repitieran eternamente, no ha habido ni habrá más que un solo sol. Esta es la Voluntad Primera que aparece resplandeciente con cada Profeta y se expresa en cada Libro revelado. No conoce principio, pues lo Primero obtiene su primacía de El; y no conoce fin, pues lo Último le debe a El su ultimidad.
En el tiempo de la Primera Manifestación, la Voluntad Primera apareció en Adán; en el día de Noé, se dio a conocer a través de Noé; en el día de Abraham, se conoció a través de El; y lo mismo en el día de Moisés, el de Jesús, el de Mahoma (el Apóstol de Dios), el día del "Punto del Bayán", el de Aquel a quien Dios hará manifiesto y el de Aquel que aparecerá después de Aquel a quien Dios hará manifiesto. De ahí el significado íntimo de las palabras pronunciadas por el Apóstol de Dios: "Yo soy todos los Profetas", puesto que lo que brilla con esplendor en cada uno de Ellos ha sido y seguirá eternamente siendo el mismo y único sol.

68. Desde la Declaración de Mahoma; esto ocurrió diez años antes de la Hégira que marca el comienzo del calendario musulmán.
69. Corán 3:5
70. Ibid. 68:51

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